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Lucía Iñiguez, madre y patriota









Un día de diciembre de 1878, se presentó un oficial español en la
casa del Cerro donde vivía Lucia Iñiguez para comunicarle que su hijo,
Calixto García, general de nuestras tres guerras independentistas, había
sido capturado en San Antonio de Baja, cerca de Manzanillo, actual
provincia de Granma.



“Perdone el general, respondió la madre al mensajero, que yo no le dé
valor alguno a  esa noticia, pues son ya muchas las ocasiones en que lo
han dado por muerto y otras por prisionero”.



“Le aseguro, bajo palabra de honor, que el cabecilla insurrecto, se
halla en poder de nuestras tropas. Y agregó: “Según este cablegrama, el
jefe rebelde, antes de  caer en poder de nuestros hombres, prefirió
dispararse una bala de su revolver.”



 ¡Ah!, exclamó Lucía con el dolor reflejado en el rostro. Entonces, ese es mi hijo! ¡Muerto, antes que rendido!   



Nacida en Holguín, el ocho de diciembre de 1819 Lucia Iñiguez era aun
una adolescente cuando contrajo matrimonio con Ramón García, con quien
tuvo OCHO hijos. Cía, como cariñosamente la llamaban, era una mujer de
temple y cuando la campana de La Demajagua llamó a los cubanos a tomar
el camino de la guerra, ella, despidió a su hijo Calixto cuando éste
marchó a la manigua y poco después le siguió.



Allí, en plena campaña guerrera, realizo múltiples tareas hasta que
fue capturada por el enemigo y desterrada a La Habana. El brío de la 
osada mujer se puso de manifiesto una vez más cuando el general Calixto
García, herido y prisionero, fue enviado a la cárcel de San Francisco,
en Madrid, España. Y allí marchó la madre heroica para prodigarle al
hijo los  cuidados necesarios.



Poco después, Calixto García Iñiguez fue trasladado a la cárcel de
Pamplona y más tarde a la de Alicante, donde las condiciones de vida
eran pésimas. Sin embargo, la corajuda madre de Calixto se las arregló
para llevarle a escondidas algunos alimentos al hijo prisionero, cuya
salud estaba muy afectada.



Duramente la etapa que permaneció en el exilio, Cia se dedicó también
a recaudar fondos para la causa emancipadora. Ya en la república
mediatizada, regreso a Cuba y se instaló en su Holguín natal.



Allá fue a visitarla un funcionario para nombrarla inspectora de
montes, explicándole que la plaza era nominal y que siempre le pagarían
un sueldo.



Lucia, casi en la miseria, pero aun con el coraje y la entereza de
sus años juveniles, le respondió: “Yo  no puedo realizar ese trabajo, y
cobrar un sueldo sin trabajar es robarle al Estado.”








Por: Marilys Suárez Moreno


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