El último cuerpo atrapado en los escombros salió bajo la lluvia. A Ramón, un
  viejito de 79 años, lo encontraron y, acto seguido, rompió el cielo a llover.
  Así fue. No exagero. Sería incapaz de mentir en eso.
  Con Ramón terminó el trabajo del Grupo de Salvamento y Rescate en Lamparilla
  362. Ya no hay personas adentro. Pero, antes de partir, allí se reunieron
  todos, en la esquina de la cuadra donde trabajaron más de 17 horas seguidas,
  en el lugar en donde perdieron, hoy, a dos de sus compañeros. 
  Pedí permiso varias veces para que me dejaran escuchar lo que decían, mas no
  lo conseguí. Parecía un acto solemne, o una despedida. Desde los balcones de
  casi todos los apartamentos de edificios cercanos, los miraban, a pesar del
  aguacero que caía. 
  No sé qué se dijeron. No sé si hablaron de Yoandra y Luis Alejandro. Del
  resumen técnico del día, el suceso, los rescates. Pregunté después, pero iban
  cortos de palabras casi todos. No sé si se agradecieron entre ellos. De veras
  no sé. Pero, por un minuto, pude imaginarlo.
  Carlos, bombero de la Zona Especial de Desarrollo Mariel, me habló de cómo
  intentó apoyar todo el día a su amigo, expareja de Yoandra, rescatista
  también, quien estaba allí con ella. 
  Yosvel, un joven bombero, me dio una síntesis cortísima de esas palabras
  finales que no escuché. Y alcancé a entender que sí, que fueron para resumir
  la labor y, además, para darse aliento «porque esto que hacemos es muy duro y,
  a veces, muy triste», me dijo él. 
  Nosotros, quienes los vimos trabajar, no lo sentimos en carne propia, pero un
  poquito sabemos, y nos duele igualmente. Ojalá y no tuviéramos que darles
  tanto las gracias. Sin embargo, aquí estamos, de nuevo. Esta vez es el pésame
  por la pérdida, y las gracias.
  *Ramón, Yoandra y Luis Alejandro, son los nombres de las tres personas
  fallecidas en el derrumbe. Yoandra y Luis Alejandro eran rescatistas.
TEXTO Y FOTOS: Claudia Rafaela Ortiz Alba, Revista Alma Mater
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